"Pandemia, Resiliencia y Sentido de Vida"

Pandemia, Resiliencia y Sentido de Vida

Comenzó las primeras semanas de enero, cuando empezamos a escuchar que una nueva enfermedad adquiría la denominación de "epidemia" en China; sin embargo, la lejanía con aquel país nos hacía ingenuamente pensar que estábamos protegidos de la amenaza.  Sin embargo, muy pronto la situación comenzó a causar preocupación a nivel mundial; y, en los meses que siguieron, comenzamos a vivir algo que jamás habríamos podido anticipar o imaginar.

Una peligrosa amenaza estaba al acecho, la cual obligaba a confinarnos en absoluto aislamiento y a apartarnos de tajo del contacto humano y social. En un inicio, pensábamos que sólo duraría unas cuantas semanas y todo volvería a la “normalidad”. Sin embargo, cuando eso no sucedió, la situación generó que comenzaran a gestarse múltiples preguntas; nos hizo mirar más de cerca lo que estaba ocurriendo, reflexionar acerca de maneras en que cada uno podíamos enfrentarnos a esta situación; así como formas de apoyar a los demás desde nuestra respectiva área de conocimiento o experiencia.

También nos llevó a reconocer y validar el temor, la preocupación e incertidumbre y la ansiedad propias de una emergencia de esta magnitud; así como a comenzar a enfrentarnos a diversas pérdidas y a ser también testigos de ellas a nuestro alrededor.

¿Por qué nos estaba ocurriendo esto? ¿Qué teníamos que aprender de esta situación? ¿Cómo se suponía que debíamos actuar?, fueron algunas de estas preguntas. Si bien algunas de ellas tal vez no tuvieron una respuesta del todo clara o inmediata, estas preguntas planteaban una importante autorreflexión.

Aunque sabemos que en general, a todos nos tomó por sorpresa una situación tan atípica como ésta; no nos queda duda, de que las experiencias vividas y la capacidad de resiliencia de cada persona; han marcado la diferencia en el afrontamiento de esta crisis.

Muchos de nosotros, a lo largo de los años, dentro de nuestra historia profesional, hemos visto muy de cerca el sufrimiento, temor, angustia e incertidumbre que una enfermedad puede generar en las personas que la padecen y sus familias. También hemos sido testigos de lo desgarrador de las pérdidas y las despedidas y lo que significa acompañar en el proceso.

Muchos también hemos vivido experiencias personales que en algún momento pusieron a prueba nuestra capacidad de resiliencia e hicieron surgir nuestros mejores recursos de afrontamiento, como si de alguna manera “la vida nos hubiera preparado y dado poderosas herramientas a través de estas experiencias, para lo que viviríamos este año”.

Precisamente la palabra "resiliencia", surge de una propiedad de los metales, los cuales, cuando son sometidos a grandes montos de presión y temperatura, son capaces de cambiar su estructura interna y ser más flexibles, sólidos y “resilientes”.

Por lo tanto, el significado de “resiliencia” tiene que ver con esa capacidad de cada persona para hacer frente a las adversidades; transformar el dolor en fortaleza; salir fortalecido (a) de la situación, e incluso con mayor sabiduría adquirida a través de las vivencias que nos toca enfrentar.

Es entonces que, a través de la adversidad y trauma, las personas también pueden adquirir aprendizajes y construir a partir de tales experiencias, incluso a través de las pérdidas; a esto se le conoce como “crecimiento postraumático”.

El crecimiento postraumático, genera un cambio interno que se gesta a través de dichas experiencias; y el cual, si es adecuadamente reconocido y valorado; resulta de gran utilidad para brindar apoyo desde la empatía, a quienes están enfrentando cualquier situación adversa.

Tal vez algunas de las enseñanzas más grandes de esta pandemia, han sido las de valorar lo que es realmente importante en la vida; el valor de cada persona por su propia esencia, por sus cualidades intrínsecas y no por aquello que posee o el poder que puede tener; a valorar cada instante y cada momento; a agradecer por todo lo que tenemos; y al hecho de que incluso en una crisis de esta naturaleza; hay cosas valiosas que no pueden sernos arrebatadas como: la empatía, la solidaridad, nuestros conocimientos y experiencia, el amor y la esperanza.

Pero entonces, ¿Cómo subsistir en una situación tan crítica, ¿Cómo mantener el ánimo en el día a día y las ganas de seguir adelante?

Estas fueron algunas de las preguntas más planteadas y para las que la respuesta siempre nos pareció muy clara:  a través del “sentido de vida”.

Quien tiene un sentido de vida, tiene una inspiración, una pasión, vocación y propósito que lo impulsa a luchar; a sumar esfuerzos en favor de una meta o de un bien común; a interceder por los demás, servir a quien más lo necesita y ser instrumentos para brindar beneficios a quienes nos rodean; es entonces, que todo tiene sentido y que, como acertadamente lo decía Víctor Frankl: “Quien tiene un porqué para vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”.

Recordémonos a nosotros mismos, que aún en las peores catástrofes de la humanidad; aquellos que encontraron un sentido en la adversidad, fueron quienes pudieron subsistir e incluso sobrevivir.

Todo pareciera conectado: una crisis que puso a prueba nuestras habilidades de afrontamiento; la capacidad (como el metal) de moldear nuestra consistencia interna para adaptarnos a las circunstancias; y el reconectarnos con nuestro sentido de vida, o bien, ser capaces de encontrarlo aún en la adversidad o a través de esta.

Con esta reflexión quisimos dar cierre a este año y les enviamos nuestro agradecimiento por todo lo compartido; así como nuestros mejores deseos para el año que está por iniciar, deseando que sea uno muy próspero.

Atentamente,

María Fernanda Busqueta Mendoza

Directora General del Centro de Estudios Psicosociales Aplicados a la Salud-CENEPAS

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